jueves, 22 de abril de 2010

ARIES


ARIES

El Carnero o Aries es un signo de fuego. El sol se halla en Aries del 20 de Marzo al 20 de Abril. El planeta Marte es su regente.
El que nace bajo el signo de Aries recibe cada primavera nueva energía, más que otros para quienes la nueva primavera significa también una nueva nota. Este punto vernal ha tenido desde muy antiguo una importancia especial en astrología y astronomía. Es uno de los puntos desde los cuales puede efectuarse un cómputo del tiempo basado en las posiciones de los astros. Así, los quechuas confeccionaron su primer calendario hace 15.000 años, dando en sus cálculos el punto vernal en Libra. Debido a que el punto vernal en el transcurso de 2.156 años se desplaza un sólo sector del cielo de treinta grados o un signo zodiacal (retrocediendo), ahora puede determinarse la antigüedad de tal calendario. Los datos astrológicos chinos más antiguos, basados en ese cálculo, deben tener una antigüedad de 14.000 años; los babilónicos datan del 4500 a. de C. El posterior imperio persa babilónico tenía su punto vernal en Aries, aproximadamente 2200 a. de C.
Veamos primeramente el punto vernal personal del nativo de Aries, quien toma de este signo su carácter fogoso, su afán de renovación y el hecho de querer llevar siempre la delantera. Es entusiasta y arrastra a otros con él. Estos otros están, naturalmente, de acuerdo con él; el Aries puede convertirse, pues, en un rebelde, un auténtico líder, y también puede, sin más, dejar a sus seguidores en la estacada, si cree que ha encontrado otro objetivo que perseguir. Porque él es así: necesita tener un objetivo para seguir viviendo. Depender de otras influencias puede constituir un objetivo materialista o espiritual; a veces, incluso, las dos cosas a la vez. El objetivo, a menudo, es suficiente; pero cuando lo ha alcanzado, muchas veces se siente decepcionado. «Eso fue todo» es la frase preferida del Aries, y con ello quiere significar que desearía cambiar fácilmente de profesión y de compañero si la sociedad y el entorno no se lo impidieran. En este punto, es posible que se encolerice rápidamente y esta irritación le ocasione graves dolores de cabeza. Piensa con rapidez, intuitiva e impulsivamente; su cerebro no para, porque difícilmente se aviene a las decisiones de otras personas y la consecuencia de ello puede ser, a renglón seguido, un exceso de tensión. También le ocurre lo mismo en el propio hogar, pero por otro lado puede recibir gran ayuda de los suyos, porque cuenta con numerosos amigos generosos. Generalmente tiene muchas relaciones y por ello puede labrarse un buen entorno. Trabaja duro, y en caso necesario prefiere ser un pequeño amo que un gran sirviente. Si consideramos el curso de una vida humana como un despliegue de todos los dones del individuo, el nativo de Aries es, asimismo, la personificación de una unidad aún incompleta que se escindirá en los otros signos para, finalmente, en el signo de Piscis, volver a constituir una nueva unidad. En Aries hay un principio de fuego y de tierra en el que no se admite la duda, y en Piscis una unidad espiritual más o menos mística que puede enriquecerse tras una vida en la que todos los signos han hecho valer su fuerza. Pero habitualmente la mayoría de los Aries no parecen tener esto presente. Ellos siguen adelante, a veces quizá irreflexivamente, aunque también guiados por una gran intuición, debiendo tomar decisiones inesperadas, casi siempre con éxito. El nativo de Aries puede ser muchas veces un pionero afortunado. Si su actitud es negativa, entonces es despótico, a veces increíblemente cínico, todo lo contrario de su estado de ánimo cuando las cosas le van viento en popa.
Como ya dijimos anteriormente, el Carnero es un signo antiquísimo, que se originó en la época de los babilonios y fue denominado entre los asirlos como el Fuerte Animal Cornudo.
En Egipto fue el dios Amón-Ra con cabeza de carnero; entre los quechuas fue la llama; en la antigua India, el camello con su conductor. De modo que siempre se trata de animales de casco, salvo en el antiguo zodíaco chino, en el que este signo se llamó el Gran Fuego y, más tarde, el Perro. A grandes rasgos existe una correspondencia entre el pensamiento del Oriente Medio, Egipto y, naturalmente, Grecia. Allí el Carnero era importante en astrología y mitología. Frixos y Helle, hermano y hermana, hijos del rey Atamas de Beocia y de la diosa de las nubes Nefele, escaparon de un drama familiar porque su celestial madre les envió un carnero alado que se los llevó en el momento oportuno. El carnero voló con los dos hermanos sobre su lomo a través de bosques y campos, y por encima del estrecho que separa Europa de Asia. Entonces Helle sintió vértigo y cayó al agua, en el lugar que desde entonces se llama Helesponto. Frixos fue llevado más lejos, hacia el país encantado del rey Aetes, donde llegó finalmente sano y salvo y el propio Frixos obtuvo la mano de Calquiope, hija del rey. En muestra de gratitud, Frixos ofreció el carnero que, despojado de su piel, fue recibido inmediatamente por Zeus en medio de las estrellas. El vellocino de oro fue llevado a una lejana selva y colgado de una encina consagrada a Ares (Marte), custodiado por un repugnante dragón. Mucho más tarde, una de las grandes hazañas de Jasón, caudillo de los Argonautas, consistió en conquistar el vellocino de oro y traerlo de nuevo a Grecia.
Este mito causó una gran impresión durante la Edad Media y dio origen a la Orden del Vellocino de Oro, establecida el 10 de Enero de 1430 por el duque Felipe el Bueno de Borgoña con ocasión de su boda con Isabel de Portugal. Es una de las condecoraciones más antiguas que aún existen. Se trata de una orden de la casa real que, de vez en cuando, es otorgada por las cabezas vivientes de la familia Habsburgo y Borbón. Pero esto sólo ocurre raras veces, en ocasiones muy especiales, porque en círculos aristocráticos se considera muy prestigiosa esta distinción.
En su pintura, Johfra se aproxima al signo de Aries sobre todo desde la posición que éste ocupa como primer signo zodiacal en el ciclo anual, y se fija menos en el nativo individual de Aries. El carnero de color dorado pasa veloz sin mirar a su alrededor y casi se funde en una unidad con su regente Marte. Ambos se amalgaman en la acción. Aunque Marte es el dios de la guerra, también podemos considerarle como un portador de luz, porque en este caso él anuncia la primavera. Por esto Johfra le ha otorgado la antorcha de Prometeo, el cual robó el fuego a los dioses para traerlo a la tierra, como un introductor de la cultura.
Los griegos veían a Marte (o Ares, como ellos le llamaban) no sólo de una forma negativa. «La guerra es la madre de todas las cosas», decían, y hasta el momento en que cayó la bomba atómica en el mundo tuvieron razón (desgraciadamente). Pero antes de que Marte fuese el padre del metal hierro, lo fue también de la reja de arado. El suelo tiene que ser roturado y despejada la vegetación excesivamente exuberante, creada, por supuesto, por Júpiter (Zeus). Como dios de la agresión, Marte abre espacios para una nueva creación. Por ello, quien guste de estudiar las analogías entre diferentes sistemas de símbolos puede colocar a Marte en la columna izquierda del árbol de la vida cabalístico, en la quinta sefira, que se llama Geburah y obtener el significado de ley o fortaleza. Frente a él aparece Júpiter en la otra columna, en la cuarta sefira Chesed, significando el amor y la gracia. Son polos que se oponen recíprocamente. El animal parecido a un lagarto que se ve en primer término es «el basilisco que mira fijamente», con lo cual se alude también a Marte en la cábala, por lo menos en los comentarios simbólicos de los alquimistas, que buscaban un paralelismo en los sistemas de símbolos. Es también la salamandra terrestre de la que se afirma que no puede ser consumida por el fuego de Marte. La salamandra terrestre se utilizaba asimismo como emblema de los farmacéuticos, descendientes también de los alquimistas que fueron, al mismo tiempo, los primeros boticarios.
La primera carta del tarot, el Mago, corresponde a Aries, puesto que el Mago es el símbolo de la persona con fuerza de voluntad que, animada por la fuerza de la imaginación, emprende su viaje a través de todas las fases de las 22 cartas de los arcanos mayores, parte más importante del tarot. Este viaje, que tiene como meta el pleno desarrollo espiritual, es en realidad el mismo que el hombre debe realizar a lo largo de los significados del simbolismo astrológico, si es que la astrología ha de tener realmente un sentido para él. No debe, pues, ocuparse solamente de su propio signo solar, su ascendente y otras relaciones, sino que también debe profundizar en el significado de todo el zodíaco por entero. Se parecerá al Mago, que aquí da comienzo a su viaje, con la plena idea del poder de sus atributos mágicos. El Mago levanta hacia el cielo su vara de voluntad y fuerza y con su otra mano señala hacia la tierra, su campo de trabajo. Delante de él, en la mesa del altar, se encuentra otra vara, con la cual gobierna sobre el elemento fuego, que en la cábala puede equipararse con el primer reino de Aziluth, la espada, que rige el elemento aire, tercer reino de Yetzirah, la copa, el elemento agua y el segundo reino de Beriah, y el pentagrama, elemento tierra y cuarto reino de Asyjah. Johfra pinta al Mago delante de una puerta cerrada en la roca. Encima de la puerta están pintadas doce estrellas, que simbolizan las doce fases zodiacales de la evolución espiritual que se extiende ante él, y que él quiere llevar a un buen término.
En el zodíaco budista encontramos como primer signo a la mujer Avidya, la Ignorancia. Johfra la pintó a la derecha, detrás del Carnero. Ella es ignorante, y la venda que cubre sus ojos es símbolo de su ignorancia. Lleva en la mano una lámpara encendida, el elemento fuego. Al igual que en el caso del Mago, se extiende ante ella el camino de su crecimiento espiritual. Lleva un vestido verde, el color de la vida y de la esperanza. Los planetas tienen sus propios habitantes astrales de naturaleza angélica y además divididos en clases. Los arcángeles, ángeles, espíritus e inteligencias tiene su propio signo, sello o firma. Johfra los reproduce así: desde la izquierda, abajo, hasta la derecha, abajo, aparecen sucesivamente la firma del arcángel planetario Samael; sobre él, el pequeño signo de Marte; a continuación el sello del espíritu planetario Pharos Phaley, el sello del mismo planeta Marte; abajo el signo de la inteligencia planetario Graphiel y los tres signos siguientes, pertenecientes todos ellos al planeta Bartzabel. Johfra ha colocado el signo del carnero en un pentágono regular, porque el regente Marte, tal como se ha escrito, corresponde a la quinta sefira.
Johfra aplicó una gama de variados colores con predominio del rojo, porque éste es el color de Marte. El hierro corresponde también a Marte, y ello está simbolizado en el añadido de un marco alrededor de toda la imagen, marco que parece de hierro, forjado en formas puntiagudas que se atraviesan unas a otras.

ZODIACO ESOTERICO:


Un viaje espiritual por el zodíaco
de la mano de Johfra


El simbolismo es el lenguaje del alma y la madre de todas las lenguas, por eso las enseñanzas esotéricas se sintetizan en símbolos: Cábala, Astrología, Tarot, I Ching, la religión de los egipcios, mayas, griegos, etc.
Cada símbolo es un indicador en la búsqueda de la autorrealización del ser.
Ofrecemos las bellas imágenes de las pinturas de los signos zodiacales de Johfra Bosschart y las explicaciones de Hein Steenhouwer que invitan a recorrer un camino a través de múltiples espejos hacia la iluminación interior.

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Johfra Bosschart fue un artista plástico holandés, cuyo nombre real era Franciscus Johannes Gijsbertus van den Berg, nacido el 15.12.1919 en Rotterdam y fallecido en 1998.
Se presentan las pinturas de Johfra Bosschart de los signos zodiacales y una explicación de las mismas, extraídas del libro de Hein Steenhouwer (“Simbolismo del zodíaco de Johfra”), publicado en 1975.
Las pinturas están incorporadas en el archivo correspondiente a la explicación de cada signo y además en archivos independientes en un formato de alta resolución, para su mejor reproducción.